...Cuando un amigo se va queda
un espacio vacío, dice una vieja canción, que en sus penas llora la
desaparición de un ser que logró que dejáramos por un segundo
nuestra egoísta humanidad, porque en realidad eso es lo que genera
la amistad, ese sentimiento que va más allá de nuestra naturaleza y
nos obliga inexplicablemente a compartir, nos ayuda a liberar
nuestras penurias y alegrías ante otra persona.
Un amigo es ese
confidente que a modo de hermano, nos da esa mano incondicional, en
esos momentos en que justo la necesitamos. Es ese personaje que puede
hacernos reír y emocionar hasta las lágrimas. Es ante todo nuestro
par, a quién podemos tratar de igual a igual y sin tabúes ni miedos
podemos preguntar, ya que de todos modos, está en la misma que
nosotros.
Un mate frente a
un fogón, cantando canciones tontas, contando chistes verdes, o
hablando de mujeres, de experiencias, de nuestros miedos y complejos.
Compartir el último pucho que queda en la caja, el último sorbo de
birra, palabras que sólo necesitan una mirada para entenderse, una
palmada en el hombro, un oído paciente y una voz sincera que
transporta en su melodía un consejo desinteresado, una llamada a las
tres de la mañana y alguien que nos contesta y nos saca de nuestra
desesperación, un compañero de ilusiones, un loco que se atreve a
volar en nuestras fantasías de colores que no llegarán a ser más
de lo que son. Ese amigo que siempre estará en la buenas y en las
malas, esa persona que aunque hallamos cagado es capaz de olvidar los
rencores y reconocer un mal momento.
Un compinche de
aventuras, un ser que si deja de estar ahí porque el destino se lo
lleva, arrancará de nuestro pecho un trozo de nuestra alma, y nos
dejará en una lágrima desconsolada un hueco en el espíritu, una
tenue melodía que en la lejanía sabrá decir, cuando un amigo se va
deja un espacio vacío...
~Enerone
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