martes, 11 de agosto de 2015

Un final


Todo gira, todo va, vuelve y nos envuelve en un remolino de principios y finales, que atrapados en una misma caja se conjugan en un único propósito. ¿Qué forma hay de evitarlo?, nacemos y morimos, amamos y dejamos de hacerlo, cada segundo un segundo termina, para que otro lo siga y así nos despedimos con un adiós y volvamos con un hola.

El fin, the end, se acabo, caput, fue, paso a la historia, no hay más, el fondo de la botella, el último pucho, podés llamarlo como quieras, no hay vuelta, cundo se termina, se termina y no hay con que darle. Tal vez, con la resignación de un,..- fue lindo mientras duró, o con un,...- por fin me saqué esto de encima, o tan sólo con una lagrima que cae en un abismo de vacío y desolación, estrellándose en el corazón de un sin fin de almas que gritan, un poco más, sólo un poco más, entendiendo que se acaba, porque cumplió su ciclo, e ir más allá sería luchar en contra de lo que en realidad es.

No te vayas, yo se que tal vez haya algo mejor, pero yo te tengo a vos y en medio de los miedos, que nos provoca la inseguridad de no tener nunca más lo que se tuvo, caemos en la desolación del más puro de los vacíos. Y no dejamos, ni dejaremos de preguntarnos ¿y ahora qué.....? 

~Enerone 

El comienzo del fin


Yo tenia cinco años cuando lo encontré, el aún estaba ciego, llorando y tratando de sacar una gota de leche de su madre, quien yacía muerta junto a él, recuerdo que lloré mientras lo abrazaba, y protegiéndolo con mi camperita lo llevé hasta casa. Es un cachorrito, le dije a mi mamá, quien con cara de estupor pegó un grito y me dijo que lo llevara a donde lo encontré, pero mi cara entristeció, y el corazón de la decidida mujer se ablandó, permitiéndome tenerlo con la condición de cuidarlo mucho.

Ese mismo día lo llevamos al veterinario, estaba muy flaco y aun necesitaba de la leche de su madre, según el hombre de la bata blanca, era muy difícil que fuera a sobrevivir, ya que tenía moquillo y estaba lleno de pulgas. Lo tomé en mi camperita y llorando volví a llevarlo a casa, donde durante tres días y tres noches, dormí a su lado, lo alimenté y lo bañé en lágrimas de desesperación en algunos momentos en que el pobre se ahogaba. Al tercer día desperté y no estaba, lo busque por todos lados y yo sabía que pasaba, seguro se había muerto y mi madre lo quitó de mi cama para que yo no lo viera, pero tenía que despedirme y cuando estaba por salir de mi habitación, escuché un quejido que provenía del tacho de basura, el cual se encontraba tumbado y allí estaba, el muy estúpido no podía salir. Lo levanté y lo abracé con toda mi fuerza.

Al pasar el tiempo comenzó a crecer, se estaba poniendo grande y fuerte. Éramos inseparables, donde yo iba el venía conmigo. Un día me fui de vacaciones y no pude llevarlo, recuerdo aún la alegría que tuvo cuando volví. El fue mi fiel compañero, cuando yo enfermaba, él no se movía de mi lado, ni siquiera comía. Un día jugando en la calle, lo atropelló un auto. Durante una semana, no fui a la escuela, no dormí, no hice más que estar a su lado y aunque quedó un poco rengo, se repuso y siguió junto a mi. El tiempo pasó y con el miles de aventuras que juntos vivimos. Recuerdo que pasaba horas hablándole y estoy seguro de que me entendía. Cuando yo estaba triste él se acercaba y apoyaba su cabeza en mi regazo, arrancándome una sonrisa o una lágrima de lo más profundo del alma.

Un día me puse de novio y lo dejé de lado, él estaba ahí, pensé y no me di cuenta de lo que hacía. A medida que yo comenzaba a convertirme en un hombre el iba envejeciendo a pasos agigantados. Hace unos días llegué a casa y mi madre con lágrimas en sus ojos me dijo que estaba mal, que se ahogaba. Desesperado me di cuenta de lo que había hecho, corriendo fui a buscar mi vieja camperita, lo envolví y lo llevé al veterinario, él me dijo que había que sacrificarlo, pero yo no lo iba a permitir, de todos modos me dio una jeringa y un pequeño frasquito, para que yo lo decidiera. Volví a casa y lo llevé junto conmigo. Sus ojos se cerraban de dolor, se ahogaba, le costaba tragar las pocas gotas de agua que yo le daba con una cucharita. No me dejes le rogué durante tres días, pero ayer se desesperó y en un segundo de calma me miró y me pidió que lo hiciera, eso decía en su mirada, tome la jeringa y lo inyecte, y mientras los minutos pasaban y sus ojos se cerraban entre pequeños gemidos, una última mirada me dijo gracias. No te vayas grité, no me dejes sólo, perdonáme, porque yo si te abandone, y ahora te estoy matando. Y así luego de enterrarlo envuelto en esa camperita, me encerré en mi habitación y mientras lloraba me dormí, al despertar vi el tacho de la basura tumbado y sus pequeños alaridos resonaron en mi cabeza, al ver en el interior, había un pequeño cachorro, que mi madre había puesto, envuelto en un pequeña campera, y así aprendí que para que todo tenga un comienzo todo debe tener un final.

~Enerone