Tenía 3 años cuando pude ver
como mi padre golpeaba a mi madre, pero no lo advertí, pensé que se
trataba de un juego. Más adelante, mi madre nos dejó, y mi padre no
dejaba de emborracharse, yo sólo tenía 7, no podía entender
porque me pegaba, día a día mi vida se iba tornando en un pequeño
gran infierno. Hasta el día que cumplí los diez, volví a casa y
sus cosas ya no estaban, me había quedado sólo, ¿qué iba a
hacer?. Si bien ese hombre que decía ser mi padre me hacía la vida
intolerable, también era mi amparo ante el mundo. Y me hice tan sólo
una pregunta, una simple pregunta, ¿por qué?
Mi mente se llenó
de odio y comencé a destrozar todo, hasta que unos vecinos llamaron
a la policía. Los hombres de azul llegaron, y me llevaron a un frío
lugar lleno de niños, si es que así se les podía llamar. Todo era
lúgubre, y estaba poseído por una doctrina de silenciosa rigidez,
yo no entendía, ¿por qué todo debía ser así ?, yo tan sólo
quería vivir, pero era chico, y bajando la cabeza seguí soportando
los golpes que se me daban con el pretexto de rehabilitarme. Y así
fue hasta cumplir los 18, cuando me soltaron era un manojo de
inquietudes, de vicios, de furia, de odio hacia todo lo que me habían
hecho, y sólo podía pensar en desquitarme, el correccional donde
había crecido, me consiguió trabajo en una fabrica, y aunque el
sueldo era bajo, me alcanzaba para comer y alquilar un cuarto en una
pensión de Constitución.
Un día en la
fabrica hubo un robo y como yo era el único del correccional que
quedaba, todas las sospechas cayeron sobre mi. Yo no lo había hecho
pero fui a la cárcel, donde seguí recibiendo torturas,
vejaciones... Ya en prisión entré en un programa de estudios, y al
mismo tiempo que me recibí, cumplí con mi condena. Como reluciente
abogado, tampoco fue fácil encontrar trabajo, pero enfrentándome a
todo lo logré. Conocí a una buena mujer y me casé, durante los
primeros diez años todo marchó sobre ruedas, tuve dos hijos, pero
un día, el trabajo se terminó, sí, me echaron, ¿qué iba a
hacer?, la bebida me atrapó, y comencé a seguir el camino de mi
padre, sólo que yo no abandoné a mis hijos, hace tres días mi
mujer se los llevó. Ahora estoy nuevamente sólo en esta selva donde
sobrevive el agresivo, donde nadie tiene derecho a vivir mas que
uno mismo.
Habían pasado
unos días de soledad y ya no había que comer, no sabía nada de mi
familia. Ya harto de ser el único que recibía los golpes, decidí
imitar al resto, tomé mi arma y la coloqué en mi cinturón, me
vestí con ropa vieja y salí de casa. Luego de caminar dos cuadras
me encontré frente a un auto que tal vez, por olvido, habían dejado
abierto ; furtivamente entré y aplicando las cosas que había
aprendido en el correccional, le di encendido y me fui. Ya era tarde,
pero encontré un negocio que aun no había cerrado, una licorería,
donde entré y a punta de pistola me llevé el dinero de la caja y
algunas botellas. Cuando estaba huyendo un patrullero comenzó a
seguirme, frenéticamente, abrí una petaca y mientras conducía
comencé a tomar, al llegar a casa pensé que los había perdido,
pero la puerta estaba abierta y yo no estaba dispuesto a ser
encarcelado nuevamente. Entré disparando como un loco, y sin ver a
quién, luego caí desmayado por los efectos del alcohol, y al
despertarme me di cuenta de que no era posible que la policía
supiera donde vivía, al levantar la cabeza pude ver lo que había
sucedido los había matado, había disparado contra mi mujer y mis
propios hijos... Hoy ya no tengo nada y el crimen que cometí fue
contra mi mismo y las personas que yo amaba, mi alma tampoco tiene
derecho a descansar en paz y mi vida ya no tiene otra razón de ser
que repudiar todos mis recuerdos y mis actos, no merezco vivir
lamentándome, merezco morir como un cobarde que no supo ver que la
violencia es el fin de la raza humana. Aún queda una bala en mi
arma, así que antes de cometer el último acto de violencia contra
mi mismo y al igual que en mi niñez me hago tan sólo una pregunta,
una simple pregunta ¿POR QUE?.........
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