Sigilo, temor que se pierde en
la impaciencia. Aguardando una suerte de la cual se espera ser
merecedor. Y aunque a veces suceda, no podemos tan sólo esperar.
Debemos darle una mano al destino para que no se desaparezca, para
que no siembre de malas hierbas, un sendero que necesitamos
despejado. Mediocridad, eso es, simple y pura mediocridad, nos hunde,
nos aletarga y no hace creer que no hay más o que tan sólo aún no
nos llegó.
¿Es justo hacerle tan fácil
el trabajo a la señora de la hoz ?. No tiene sentido, ni lo
tendrá, no hay salida de un pasado, de una figura que muere en una
foto que sólo se encuentra en el alma y mortifica el corazón de
quien desespera. La piel se siente roída, vacía como un costal que
sostiene la intolerancia de no ser más, de no llegar a ser.
El tiempo ataca y no perdona
ni un miserable segundo, jugando entre la lágrima y la media sonrisa,
en la más histérica sensación nos jala hacia abajo, hacia el pozo.
Tiñe el aura del color más gélido, y todo queda en un matiz de
grises, que conforma y nos escuda en lo clásico, en lo estético.
Es casi un infierno de mentes
vanas, una mascara que oculta la desprolijidad de un sentir
desordenado, quedado en la tiranía de los giros solares. Año tras
año, nos preguntamos cuando llegará el día, cuando se presentará
ante nuestra mirada esa olla de oro, o esa sensación de
satisfacción, que sólo puede otorgarnos el éxito.
Pero la vida nos golpea con
nuestro propio miedo, con la incertidumbre y así, nos refugiamos
como perturbados, y aparentando estar atrapados en camisas de fuerza,
pedimos a gritos una pared acolchonada que contenga los golpes con
los que esta vida nos azota.
¿Cuál es la salida ?,
nadie lo sabe, pero la pared se desgasta, y la habitación se hará
cada vez más pequeña, y pronto deberemos decidir, si la respuesta
es salir al mundo o dejar que nuestro espacio disminuya hasta
reducirse a un pequeño cajón de madera.
~Enerone
~Enerone
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