Las aspas del ventilador
apagan mi fuego y se envuelven en la bruma de mi cigarrillo, que
iluminada por la tenue luz del estéreo, dibuja en el espacio
siluetas que me lastiman el alma. ¿Dónde estoy?, ¿qué es esto?.
Siento miedo, quiero ponerme
a llorar como un chico, deseo volver, necesito estar allí, pero
pocos pueden saber donde está ese lugar, pocos podrían entender que
no hay donde correr, donde respirar y que si encima nos separamos, ya
no hay nada. La vida, esta maldita vida, lucha contra los afectos y
nos obliga a veces a hacer cosas que no queremos, y así nos ponemos
a extrañar sentados en una solitaria silla que año a año se hace
más vieja.
El humo de mi cigarrillo
sigue inundando la habitación, y mis pulmones hastiados, tan sólo
desean escupir la hiel que en ocasiones cubre mi corazón. ¿Te
acordás?, me preguntan algunos fantasmas, y mis lágrimas responden
con un desgarrador sí, mientras mi pecho se recoge y expulsa más
humo. Pero los recuerdos se entrecortan y se cruzan con la realidad
de este presente que sólo pregunta y nunca contesta, que miserable,
que fea se torna la incertidumbre, cuando el sentimiento de vacío se
acerca al absoluto olvido de todos los sentimientos que te llevaron a
ser quien sos.
Nunca olviden, recuerden, no
dejen que la juventud se aleje, porque después todo es muy frío, y
nada es posible, disfruten de la vida y no la dejen ir, no permitan
que los atrape ese monstruo llamado muerte, y recuerden que todo
acaba como este cigarrillo que acabo de apagar....
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