viernes, 26 de junio de 2015

Un pucho


Las aspas del ventilador apagan mi fuego y se envuelven en la bruma de mi cigarrillo, que iluminada por la tenue luz del estéreo, dibuja en el espacio siluetas que me lastiman el alma. ¿Dónde estoy?, ¿qué es esto?.

Siento miedo, quiero ponerme a llorar como un chico, deseo volver, necesito estar allí, pero pocos pueden saber donde está ese lugar, pocos podrían entender que no hay donde correr, donde respirar y que si encima nos separamos, ya no hay nada. La vida, esta maldita vida, lucha contra los afectos y nos obliga a veces a hacer cosas que no queremos, y así nos ponemos a extrañar sentados en una solitaria silla que año a año se hace más vieja.

El humo de mi cigarrillo sigue inundando la habitación, y mis pulmones hastiados, tan sólo desean escupir la hiel que en ocasiones cubre mi corazón. ¿Te acordás?, me preguntan algunos fantasmas, y mis lágrimas responden con un desgarrador sí, mientras mi pecho se recoge y expulsa más humo. Pero los recuerdos se entrecortan y se cruzan con la realidad de este presente que sólo pregunta y nunca contesta, que miserable, que fea se torna la incertidumbre, cuando el sentimiento de vacío se acerca al absoluto olvido de todos los sentimientos que te llevaron a ser quien sos.

Nunca olviden, recuerden, no dejen que la juventud se aleje, porque después todo es muy frío, y nada es posible, disfruten de la vida y no la dejen ir, no permitan que los atrape ese monstruo llamado muerte, y recuerden que todo acaba como este cigarrillo que acabo de apagar....

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