Desolación, miedos que se
escurren entre los dedos de un valiente, sangre que se mezcla con el
sudor de quien yace helado sobre la tierra. Una mano sobre el hombro,
una lágrima en la escalera, el despertar de una pesadilla que jamás
termina. ¿Qué será de ese pobre niño azul que sólo espera y
espera?, a alguien que simplemente crea que salvar su vida vale la
pena.
Cuan lejos
está la razón, cuanto más la verdad, cuan irascible es a veces
recorrer este sendero. Que difícil es reunir las penas y las
desilusiones, con las alegrías y las emociones de la vereda de
enfrente. El rostro del alma de alguien a quien adrede, no dejamos
que conociera la vida, un mate amargo llorando junto a un amigo, la
sonrisa de una madre, el silencio de nuestra muerte, el consuelo de
un desconocido, una lágrima que rebota en el piso y causa un temblor
en el espíritu, un ciego que miente y jura que puede ver, un sordo
que dice la verdad y se enoja jurando que escuchó al ciego, un
racista que ama al prójimo escondiéndose tras su swastica y un
idiota que lo sigue, una patada en la inconsciencia colectiva, en esa
puta idiosincrasia que nos cría infelices haciéndonos creer que
somos mejores, mientras la vida nos empuja al fondo del tacho, el
sentir que nuestro pecho se hincha mientras sostenemos en brazos a
nuestro propio hijo, el primer beso, la independencia, la euforia, la
violencia, decir un piropo, regalar una roza o tan sólo la ya tantas
veces prometida luna, decir un sí, acepto, susurrar al viento un te
amo, caer al suelo como un idiota y no levantarse para seguir
luchando, vederse de mil maneras.....
Todo es
parte de la vida, de la podredumbre que permitimos que genere la
sociedad que nos rodea, de un yo no me meto, de un a mi no me sucede,
sin mirar que algún día puede pasarnos lo mismo que a ese viejo
solitario, que vive tras el banco de una plaza.
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