Los llantos resonaban en un
derruido edificio, las lágrimas del cielo bañaban la acera, el
viento, tempestuoso, azotaba los antiguos ladrillos.
Y un cuerpo se
arrastraba por sus sombras. Un relámpago, iluminó el lugar, era un
viejo, sus llantos de dolor erizaban la piel, y en sus ojos yacía la
oscuridad de la ceguera. Andrajoso y medio muerto por el frío se
arrastraba hacia quién sabe dónde. Hacia su muerte quizás. Pero
sus llantos no eran los únicos, y otro relámpago encendió la
noche, dejando ver a un pequeño crío envuelto en su manta, sólo,
absolutamente sólo. El viejo se arrastró hacia él y lo tomó en
sus brazos, trato de acunarlo, pero al notar que su berrinche no
paraba, lo acompañó y también se puso a llorar, un llanto sin
lágrimas. Más tarde, el silencio los invadió y mientras el bebe
dormía, el viejo le contó historias de su vida, historias de voces,
ya que sus ya muertos ojos no recordaban imágenes. Pero el silencio
les volvió a mostrar su rostro, nada alteraba el claro sonido, salvo
el último respiro de dos almas que juntas vivieron el ocaso de la
miseria.
El amanecer coronado por el sol rompiendo un techo de nubes,
dio vida a un lugar que jamás la tuvo, o si, pero no hubo remedio
porque el destino decidió que ese bebe no habría de conocer la vida
y que ese viejo ya había vivido demasiado.
~Enerone
~Enerone
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