Allí
me encontraba sobre el lecho, despierto, dormido, quizás moribundo,
entregado a la tiranía de mi más pura somnolencia.
Pude
ver el cómo entre neblinas y gotas de sudor la puerta se abrió, mi
corazón se detuvo por un momento, o dos, ¿quién era?, ¿qué
quería?, pregunté sin siquiera abrir la boca. Y allí estaba
majestuosa, sus rubios cabellos contorneaban su cadera, sus ojos sólo
penetraban en mi mente, el profundo azul de su mirada me embebía en
maravillosas pesadillas de lujuria. ¿Quién era? seguía
preguntando, mientras ella no hacia más que acercarse, su figura
resaltada en seda negra me permitía ver sus redondeados senos, mi
mente parecía estallar, ¿qué estaba haciendo?, en un instante, se
montó sobre mi y comenzó a hacerme el amor, no podía creer lo que
sentía, mi cuerpo estaba frío pero aun así sudaba. Sus movimientos
eran perfectos, como si me conociera de toda la vida. Y así llegó
el final y cayó rendida sobre mí, giré su rostro e intenté
besarla, pero no lo permitió. Me volvió a mirar, y con una suave
voz me dijo.- aún no es tiempo, pero ya llegará el día en que te
unas a mí por siempre.-, ¿quién sos?, volví a preguntar,
ella se levantó, tiró su cabello hacia atrás y mientras se
alejaba suavemente me dijo, no soy más que tu propia muerte.
En
ese mínimo segundo mis ojos se abrieron y pude ver el rostro del
desesperado cirujano que acababa de salvarme. Y desde ese instante soy feliz y ya no temo a ese momento porque será el día que me toque volver a bailar
con la hermosa dama de negro.
~Enerone
~Enerone
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